Todas Somos Parteras

Editor’s note: This article first appeared in Midwifery Today, Issue 80, Winter 2006.
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Hace siglos el nombre partera y sus variantes, matrona y comadrona, se registran en la biblia y en cada continente para definir a la mujer sabia, con habilidades específicas para atender a la madre y su criatura durante la gestación, el parto y el cuidado posparto. ¿De dónde nace el nombre y sus atributos? Cada país o región nos muestra un pedazo de historia similar y otro distinto. Algo que tenemos en común es que por varios siglos la profesión se aprende entre mujeres en el ambiente social.

Casi todas las parteras, observamos nuestra historia con admiración, respeto, la dignidad y el honor merecido. Hoy día, las parteras tradicionales de Latinoamérica y de países del Caribe son reconocidas como parteras en sus comunidades y/o por los gobiernos de sus países donde ellas practican su oficio. No obstante, la Confederación Internacional de Parteras (ICM, por sus siglas del inglés) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), usan la misma definición y señalan como parteras sólo, (1) a las que estudian en programas educacionales reconocidos en el país donde se ubican y (2) a las que adquieren la competencia requerida para ser registrada o autorizada para ejercer. Lamentablemente, estas organizaciones no tienen una definición noble para la partera tradicional o empírica y su nombre es sustituido por la frase asistente tradicional del parto—evitando utilizar el nombre partera adquirido siglos atrás.

Cuando estas organizaciones entran a un país, aunque con la mejor de las intenciones, pretenden un cambio de nombre y, que las parteras tradicionales trabajen como una ayudante de otro proveedor primario. Así, fallan en el reconocimiento de las parteras de extensa experiencia o con vocación profunda, del éxito que demuestra la colaboración interdisciplinaria junto a programas educacionales y en advertir la realidad social y económica de las comunidades aisladas.

Quién es la partera

Cuando mi experiencia como partera se había extendido por diez años comencé a tener temor durante mi trabajo por alrededor de tres años. Rully, nuestra comadrona tradicional me acompañó siempre y me ayudó. Otra colega desarrolló este temor luego de casi veinticinco años de práctica y la más joven del grupo le sucedió dentro de sus primeros seis años de práctica. Sé que en esos años de temor algunas matronas dejan de practicar, se entiende. A mí me tocó ayudar mucho a la más joven y me acuerdo que le decía: “Para verificar salud tenemos todas las pruebas de laboratorio necesarias, sonogramas para cotejar las estructuras fetales, un equipo excelente y, al día las instrucciones de emergencia, ambulancia inmediata, teléfonos y en la mayoría de los casos un hospital a veinte minutos de la casa de la madre. Poseemos todas las herramientas para verificar salud de forma adecuada y estudiada. Escogemos a nuestras clientes. Si tienes miedo es bueno, identifícalo y estudia esa área en tus muchos libros. Y recuerda en por cientos muy bajos el nacimiento se relaciona naturalmente con la muerte.”

Me imagino la misma conversación entre parteras en lugares aislados de continentes pobres. Donde el hospital más cerca queda entre dos a seis horas de camino de haber un vehículo con gasolina disponible, considerando la temporada de lluvia y que las carreteras son en muchas ocasiones de tierra y piedra. Sus casas casi todas son de madera y paja. Donde la salud de algunas madres es irregular pero su geografía y recursos no permiten transportar a una facilidad de salud adecuada. Una partera tradicional, muy bien podría alentar a su colega en la etapa de temor de la siguiente manera: “Nosotras sabemos formas de hacer sentir bien a la madre, de manipulaciones para ayudarla a ella y a su bebé, de hierbas, teses, detener sangrado. Nosotras sabemos sanar. Use estos remedios. Vigile que coman bien. Todas las mujeres son nuestras clientes y viven como nosotras. La mayoría paren muchos hijos, son pobres, algunas muy queridas otras abusadas. Las viviendas sabemos no son adecuadas y a veces compartida con animales. Mantenga todo lo más limpio posible. Fíjese en las señales de enfermedad y enséñeles a evitar quedar preñadas tan rápido. Verás madres y bebés fallecer. No es su culpa somos pobres y estamos aisladas y usted tendrá que ser fuerte y mantenerte presente. Nuestros vecinos creen en nosotras porque somos las parteras y no hay nadie más. Compartiré con usted todo mi saber. Permanezca en la profesión es profundamente hermosa…y desgarrante. Trate a tus madres con dignidad. Le respetarán. Manténgase porque usted es muy importante, llevas el linaje, eres una de las parteras de nuestra comunidad.”

Todas somos parteras

Hace unos años trabajé con las comadronas de un área del Salvador. Les pregunté si conocían la Confederación Internacional de Parteras y me señalaron que no. Les pregunté como las llamaban en su país y me contestaron partera. Les pregunté si conocían la frase asistente tradicional para atender el parto utilizada para denominar su profesión y me dijeron que no. Les dije que varias organizaciones usan dicha frase y no el nombre partera. La Confederación Internacional de Parteras y la Organización Mundial de la Salud mencionan que sólo se llame partera a la mujer que aprende su oficio en una institución de estudios reconocida por el país donde se ubica -esto desde el último cuarto del siglo pasado-. En su desconcierto movieron la cabeza y del alma de una de ellas salió, pero es que yo soy la partera, todas asintieron.

Busqué como se define a la partera en varios países del Caribe, Centro y Suramérica, y no encontré país alguno donde se utilice asistente tradicional para atender partos mencionada de forma legal o social para identificarlas.

El nombre de una profesión y su definición es algo que conlleva un profundo orgullo y honor. Y perturba, entristece y duele cuando se trastoca la dignidad.

Qué hacer

Compartir con parteras de lugares aislados y mencionarles que estimen y mantengan el nombre de partera y el significado de su profesión. Además, explicar la importancia de ser llamadas parteras por las madres y en sus comunidades como forma de mantener el reconocimiento de sus labores en sus países.

Pedir un referéndum a la ICM para mantener el nombre partera tradicional y para crear una definición justa y noble. Ésto, de ser posible, con la representación de parteras que estén dentro y fuera de la ICM, ya que muchos países afectados por su posición no son parte de esta organización.

Si la ICM y la OMS entran a su país ellos deben respetar la forma en que se les llama e identifica a las parteras tradicionales en su “casa-nación”. Y evitar pretender cambios a largo o corto plazo.

Asegurar que los materiales educativos reflejen y edifiquen sobre la cultura y práctica de las que primero están y enfatizar que los términos partera tradicional o empírica son dignos.

Evitar explícita o implícitamente influenciar sobre las forma en que las parteras tradicionales son reconocidas en sus países. En la mayoría de los casos, ellas no entienden de forma clara el término de asistente tradicional del parto y las influencias políticas que existen sobre su nombre y labor.

Entender que en miles de lugares aislados las ayudas se ofrecen por tiempos definidos y esporádicos, o, es pobre o ausente. El dinero en comunidades marginadas es casi inexistente y las posibilidades de las familias mudarse cerca de clínicas de salud sin facilidades para albergar tantas mujeres en gestación es irreal. Además, dejar solos a otros hijos es inconcebible para un evento considerado natural.

Reconocerlas, respetando su trabajo como primaria y que muchas veces van a trabajar solas.

Suplirles constantemente medicamentos básicos para hemorragias, convulsiones, oftalmía neonatal, tétano y darles teléfonos para emergencias. Si así se hace estableceríamos acciones conducentes para la maternidad segura. No obstante, si ellas perciben su trabajo amenazado trabajarían en la clandestinidad.

Crear una colaboración interdisciplinaria con las parteras tradicionales. Se podrían compartir prenatales una vez por trimestre, estar en algunos de sus partos para asistirla en caso de necesidad y en visitas posparto. No para supervisar sólo para colaborar y compartir conocimiento. Evitar el uso en la comunicación escrita o hablada de la palabra supervisión no sea que de forma sublime se ofenda la autonomía natural que muchas poseen y, así proteger la profesión en general.

Estudiar programas de adiestramiento y colaboración para parteras tradicionales que han sido probados seguros en reducir significativamente la mortalidad y morbilidad materno-infantil, ser costo-efectivos, inclusivo a todas las edades y sencillos. Programas que han fallado se deberían releer y evaluar para corrección y enmiendas.

Algunas parteras tradicionales con gusto cambiarían de rol y trabajarían como ayudante de una “asistente experta” pero el punto sensible y el verdadero reto es como trabajar con las parteras de vocación profunda y/o experiencia vasta como asistente primaria sin desestabilizar la realidad de su vida y de su comunidad y sí enriqueciendo su práctica.

Que esperar

La historia nos enseña varias cosas. A las organizaciones les toma tiempo crecer. Que ha existido una tendencia reconocida, y repetida en la historia, de que en algunos grupos de gente con poder y usualmente de países desarrollados se les dificulta sobremanera entender la idiosincrasia de otros pueblos y, de reconocer su falta de entendimiento. Saber que organizaciones internacionales sólo pueden influenciar y no obligar a país alguno a establecer disposiciones legales.

Como en Estados Unidos, el posible colapso de un sistema de parteras en Latinoamérica por la falta de reconocimiento entre ellas. Por ende, la dominación de otros profesionales y un por ciento muy reducido de madres solicitando los servicios de las matronas. Sumándose el riesgo de que los dineros de países pobres puedan dirigirse a educar a un profesional considerado más versátil. Algo que puede cambiar si las parteras y las parteras tradicionales crean lazos de colaboración y, por ende, los ministros de salud consideren, entre otras, la voz de las mujeres de lugares aislados. En estos lugares, la partera tradicional, y para beneficio de la profesión en general, por mayoría es preferida para el cuidado primario y además trabajan con mayor autonomía que sus colegas en la profesión.

El aceptarnos como parteras crea una base demasiado fuerte, los reinos divididos se debilitan. Los de afuera nos ven como un solo grupo integremos la idea o no. En Latinoamérica y en países del Caribe el término “tba” no existe: Aquí todas somos parteras.

Apreciar:

  • Que muy pocas personas tienen la valentía de partear en lugares aislados y que son las parteras tradicionales las que prestan ese servicio.
  • Que son una realidad inamovible.
  • Que en sus países las llamen por su nombre, parteras.
  • Que la unión entre parteras con estudios formales e informales ha demostrado fortalecer y mantener la práctica de todas.
  • Que en realidad, las parteras tradicionales son en su comunidad la persona más diestras para asistir a las madres, con más conexiones con los sistemas de salud y con acceso libre a estos servicios porque los gobiernos no están en su contra.
  • Su residencia tiende a ser permanente y su presencia continua entre sus vecinas por tanto una alternativa real para las madres.
  • Su nivel económico es similar al de sus clientas por tanto accesibles a ellas.

Estudios demuestran que son capaces de absorber adiestramiento, de ser accesibles y su labor costo efectiva, de ser componente efectivo dentro del programa de maternidad segura y de mejorar los desenlaces materno-infantiles. Inferir erradicar su posición como asistente primaria en países con lugares desatendidos y sistemas de salud complicados sólo aumentaría la mortalidad y morbilidad. Otros estudios han demostrado que los pobres resultados en el ciclo maternal se deben a factores de pobreza, ausencia de materiales, aislamiento, falta de planificación familiar y de colaboración interdisciplinaria y no por el trabajo de las comadronas. A su vez, la experiencia nos muestra que las parteras tradicionales de todas las edades han demostrado interés en aprender, habilidad en utilizar medicamentos para emergencias, y en poder relacionarse cuando tienen la oportunidad con otros profesionales y muy en especial con parteras adiestradas.

Por otra parte, apreciar que desde el 1919 la Confederación Internacional de Matronas ha hecho un trabajo titánico en mantener una organización de parteras que compite y se asocia con las más poderosas del mundo. Que creen en la salud inherente de la mujer gestante, en la autonomía y toma de decisiones de las parteras y ayudan a educar grupos marginados. Sus declaraciones sobre la partería son accesibles a las parteras de todas las naciones, trabajan con estudios que fortalecen muchas de nuestras posiciones y entre otras establecieron un día internacional de la partera. El 5 de mayo, todas las parteras en el mundo celebramos a la vez nuestra existencia y nuestros muchos logros.

No obstante, el desacierto que se comete contra la partera tradicional es demasiado sensible e inaceptable. A pesar de ello, la posición de la Alianza Internacional de Parteras honra a las parteras tradicionales por su nombre y por su labor con las mujeres.

Un esfuerzo genuino nos llevará a todos a un balance y nos brindaría seguridad y unión.

Conclusión

Entender pero reconociendo los límites de lo que aceptamos. Nadie cambia a otro pero inevitablemente crecemos. Que este proceso de parto al final sea para sí hacer homogénea la admiración, el respeto y el reconocimiento de nuestra historia, de aceptar el uso del nombre partera tradicional y lo que implica utilizar este nombre. Mientras, considerarnos, ya que son más las cosas que nos unen que las que nos separan y después de todo todas venimos de un mismo linaje y somos parte de una familia. Todas somos parteras.

About Author: Debbie A. Díaz Ortiz

Debbie A. Díaz Ortiz, CPM, MPH, began her midwifery career as an apprentice to Rully Delgado, a Puerto Rican traditional midwife, in 1986. Today they are colleagues. In 1992 she went to Maternidad La Luz, and from 1993 on worked as a primary caregiver at homebirths in Puerto Rico. She is a member of the Latin-American and Caribbean Network for the Humanization of Childbirth.

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