Antonina Sánchez Méndez

Editor’s note: This article first appeared in English in Midwifery Today, Issue 71, Autumn 2004.
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Nota de la Editora: Este artículo fue publicado en inglés en Midwifery Today Issue 71, Autumn 2004. Este artículo fue extraído del libro, Voces de las comadronas mayas: Historias orales de la práctica de la partería tradicional de la región de Mam de Guatemala;$25, 164 páginas, límite del espiral, libro en rústica. Se puede conseguirlo del autor a: [email protected].

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Antonina Sánchez Méndez

Antonina Sánchez Méndez nació en 1952 en Concepción Chiquirichapa, Guatemala. Cada día cumple labores físicos, como la mayoría de las mujeres de su cultura. En un solo día puede preparar la masa de maíz para las tortillas diarias de su familia, cocinar frijoles, tamales o tortillas en la cocina de leña, lavar a mano la ropa de la familia, ayudar a su esposo Andrés a cuidar el cilantro y las papas en el campo, buscar comida para la vaca y las gallinas, hacer mandados y visitar a las personas a pie, además de atender las visitas prenatales y los partos.

Doña Antonina tiene siete hijos y once nietos. Cuando comenzó la carrera de comadrona, tenía 33 años. Ha vivido toda la vida en Concepción Chiquirichapa y tiene conexiones profundas con la comunidad. Doña Antonina recuerda que acompañaba los partos de sus cuñadas y vecinas cuando era joven. Era la costumbre pedir a varias mujeres de la vecindad acompañar a los partos para brindar ayuda. Doña Antonina observaba a las comadronas con curiosidad y se preguntaba cómo sabían la posición del niño y lo que pasaba. Una vez cuando ella misma estaba embarazada con uno de sus hijos, fue a ver a la partera porque el bebé estaba parada y le molestaba mucho. La partera le dijo que ella misma debería aprender a dar vuelta al niño para no tener que depender de la comadrona. Regresó a casa y logró virarlo.

Poco después le ayudó a esa misma comadrona, Margarita Ixcot, que estaba muy anciana. Se le consideraba a Doña Margarita la madre de todas las comadronas de la región. Durante ese parto le dijo a Doña Antonina, “Puedo ver en sus ojos que le pone atención a lo que hago.” Colocó la mano sobre la cabeza de Doña Antonina y dijo, “Cuando yo me vaya, usted va a quedar en mi lugar.” Doña Antonina en realidad quería ser partera, pero nunca había examinado a una mujer embarazada ni recibido a un niño. Se preguntaba, “¿Cómo llegaré a ser comadrona? No tengo experiencia. ¿Quién vendría a verme?”

Al contarme su historia, Doña Antonina subió las manos al cielo y dijo apasionadamente, “Mis manos querían tocar, querían saber.” Así que la próxima vez que miró a una mujer embarazada y cercana a dar a luz que pasaba por su casa, la invitó a entrar para examinarla. La mujer aceptó y Doña Antonina se dio cuenta que en realidad podía darse cuenta cuál era la cabeza y cuál las nalgas. El niño estaba en buena posición para nacer.

Más tarde una buena amiga le pidió que le atendiera el parto. Doña Antonina dijo, “¿Cómo puedo hacerlo? No se nada y no tengo equipo.” La amiga y su esposo insistieron en que tenían fe en ella, que pedirían a Dios para que todo saliera bien. El único equipo que llevó al parto fue un gillette para cortar el cordón. Todo salió bien en ese parto y aunque doña Antonina le dijo a su amiga que se no dijera nada, la amiga contó a todo el mundo que ella había sido la partera. De allí en adelante, gracias a su amiga, la gente le llamaba y era comadrona.

“Al principio estaba muy nerviosa,” dijo doña Antonina, ” pero con la experiencia gané confianza. Ahora nunca tengo miedo”. Durante 19 años doña Antonina ha atendido a los partos y seguramente ha ayudado a cientos de niños a llegar al mundo, aunque no lleva la cuenta. En el año 2004 está muy ocupada y a veces atiende siete partos en un mes. Durante el año pasado atendió a unos treinta.

Las mujeres llegan a toda hora para las consultas prenatales que consisten principalmente de la sobada, o el masaje abdominal. A veces atiende el parto en la casa de la mujer y otras veces llegan a la casa de ella con dolores y se alivian en su cuarto de atención.

Hasta aquí, doña Antonina no ha entrenado a otras parteras con la excepción de su hija Imelda, que ha recibido entrenamiento durante un año. La mayoría de las comadronas de la región son muy ancianas y no entrenan a nuevas parteras, en parte porque no hay muchas jóvenes que quieren aprender. Para doña Antonina es una situación urgente y trabaja activamente en su sueño de crear una escuela de entrenamiento para nuevas comadronas.

Parte importante del éxito de doña Antonina como partera, atribuye a haber cumplido las palabras de su padre. El le dijo, ” Si eres partera, tienes que ser buen ejemplo para otros. Debes ser gentil, paciente y desinteresada, o la gente no te buscará”. Ella lo cree, y practica mucho auto control en la vida y el trabajo. Siempre pone las necesidades de la paciente sobre las propias y trata de ser muy paciente cuando la mujer está con dolores.

Eventualmente doña Antonina recibió entrenamiento del gobierno guatemalteco y recibió su certificado para poder trabajar legalmente. También ha participado en los entrenamientos de algunas organizaciones no gubernamentales. Los aprecia porque aprende lo que anteriormente desconocía, como lo que es la dilatación, y el hecho de que es peligroso perder mucha sangre después del parto. Al principio refería muchas mujeres al hospital cuando no sabía qué hacer. Ahora tiene la experiencia suficiente como para manejar la mayoría de las situaciones y rara vez tiene que referirlas al hospital.

Aunque los entrenamientos le ayudaron a Antonina, es desafortunado que los instructores poco o nada respetan el sistema de valores indígena y las maneras de ser. Por ejemplo, dijo que en el curso de entrenamiento del gobierno, se les dice a las comadronas que todas sus costumbres tradicionales son malas, sin explicación ni justificación. Les dicen que no utilicen el temascal, o baño termal tradicional, apreciado por sus cualidades sanadoras en el posparto. Les dicen que no soben a la madre embarazada, aunque la sobada es apreciada por las madres Maya porque alivia los dolores y las molestias y pone al niño en la posición correcta para nacer, y desaniman el uso de las hierbas. Les dicen que abandonen estas costumbres y les prohíben atender a las que paren por primera vez. Antonina tiene mucha fe en Dios (es devota Adventista del Séptimo Día) y gran confianza en su destreza e intuición, y se reusa a negar ayuda a las mujeres. También se niega a abandonar las tradiciones que son la base de la partería Maya, porque observan cuánto ayudan a las mujeres que sirve.

Además de su notable fuerza, humildad y sabiduría, Antonina tiene un récord impresionante de seguridad. En el país que tiene la taza de mortalidad natal (muerte durante las primeras 24 horas de vida) en tercer lugar de las Américas, que significa aproximadamente 36 muertes por 1.000 partos, en los 19 años ella ha perdido tres niños. Todos tres nacieron muertos.

Antonina se da cuenta que muchas tradiciones Maya importantes, incluidas las relacionadas al parto, se pierden por la salida de los hombres para trabajar ilegalmente en los Estados Unidos y por la carrera guatemalteca hacia la modernización.

Por ejemplo, anteriormente las mujeres descansaban tres o cuatro meses después del parto. Todas las vecinas ayudaban a lavar la ropa (en Guatemala todo se lava a mano) para que pudiera descansar. Ahora hay más dinero en la comunidad, la gente no se responsabiliza tanto por los demás, y las familias mandan a lavar la ropa. A la vez, el descanso de la madre es más corto, un cambio no tan saludable. Antonina explicó, “Antes había más unidad, ahora hay más individualismo”. Opina que la llegada del dinero americano y la consiguiente subida del costo de la vida, no ha sido saludable para los lazos sociales de la comunidad.

Otra tradición que ya no se practica, es que poco después de nacer el niño, se le daban los valores de la cultura. La partera ponía un poco de sal en la lengua del niño para que no dijera palabras desagradables: suavemente amarraba las manos a los lados del cuerpo para que aprendiera respeto y no metiera las manos donde no debían estar; envolvía la parte inferior del cuerpo para que los niños no tuvieran pensamientos sexuales y las niñas tuvieran menstruaciones normales; colocaba una moneda de un quetzal en la mano para que trabajara duro y tuviera suficiente dinero; y le ponía chile en los labios para que pudiera comer tortillas con chile y no pedir siempre carne. Antonina trata de reintroducir estas prácticas porque cree que por no hacerlo, los niños tienen menos respeto y no se portan tan bien.

Una de las tradiciones del parto que todavía se practica ampliamente hoy en día entre las mujeres del pueblo de Antonina, es el uso del temascal. El temascal es un baño de vapor que se utiliza durante el embarazo y después del parto. Las mujeres con frecuencia entran al temascal con la partera durante el primer trimestre si no se sienten bien. Después del parto se utiliza el temascal varias veces para la sanidad y el bienestar general y para calentar a la madre y el niño.

Durante los últimos quince días del embarazo, la mujer a veces toma un vaso diario de aceite de olivo para facilitar el parto. Durante el parto, usualmente toma un te de pimpinela (Poterium sanguisorba), pericón ( Tagetes lucida) y manzanilla (Matricaria courrantiana). Estas hierbas calientan el útero para que funcione mejor y facilitan el parto.

Otra bebida que se le puede ofrecer a la mujer durante el parto es atol de suche. Se hace de maíz, jengibre, anise, xpaq (no se ha determinado el nombre en latín), pepita de zapote y pimienta chapa ( un tipo de chile). Esta bebida de maíz sirve el mismo propósito del te de hierbas, o sea, de calentar el útero, calentar al niño, y dar mayor fuerza para la labor del parto.

Después del parto, las mujeres acostumbran usar una faja, un cinturón amplio que se envuelve varias veces alrededor de la cintura y la cadera. La faja sirve para sostener la cadera y prevenir que el útero caiga. Las mujeres dicen sentirse más cómodas con la faja porque si no la usan, sienten que todo está abierto y sujeto a caerse. La faja cierra los huesos y previene que entre el aire. Usualmente se utiliza la faja por unos quince días, excepto en la noche o al entrar en el temascal.

Para Antonina, el trabajo de las comadronas y las tradiciones Maya de parto son la base de toda la cultura Maya. La cultura que conoció como niña se pierde delante de sus ojos. En medio de estos cambios, Antonina se dedica a rescatar las tradiciones importantes del parto. Para lograr esto, ella y muchas otras parteras de la región han formado una organización de comadronas para tomar fuerza y educarse. La organización se llama la Asociación de Comadronas del Área Mam (ACAM). La presidenta de esta asociación de 32 parteras (y sigue creciendo), es Antonina. Están en el proceso de construir y manejar un Centro para Partos como ninguno en Guatemala. El Centro para Partos no solo servirá a las mujeres de edad reproductiva, sino que también incorporará la medicina Maya con la moderna. Ofrecerá eventos de educación contínua para las parteras, entrenará a las nuevas comadronas, y proveerá oportunidades para intercambios internacionales. Antonina espera y sueña que el Centro para Partos será el punto central para estas y otras actividades que ayudarán a asegurar que la tradición de comadronas guatemaltecas prospere y crezca.

Además de ser líder y creativa en su comunidad, Antonina recientemente disfrutó de atención internacional. En 1999 se llevó a cabo una reunión importante. Elena y Felipe Ixcot, que crecieron con Antonina en Concepción, regresaron a visitar la comunidad después de vivir 18 años en los Estados Unidos. Como consecuencia de la guerra civil y la violencia de los años ochenta, habían estado exilados en Vermont. La partera Judy Luce de Vermont les acompañó en el viaje y desde entonces, junto con Elena y Felipe, ha ofrecido fuerte apoyo y abogacía para el proyecto del Centro para Partos. Además, Judy ha sido un puente importante de contacto entre las parteras estadounidenses y las guatemaltecas.

En el año 2000, en conjunto con su amiga y colega Berta Juárez, Antonina fue invitada a asistir a la conferencia anual de la Alianza de Parteras de Norte América (MANA por sus siglas en inglés), en Clearwater, Florida. Describió su asombro al ver cientos de parteras de todos los rincones de Norteamérica. Hasta ese momento no sabía que existían parteras fuera de Guatemala. Pensaba que “allá” en los Estados Unidos, todo el mundo iba a dar a luz en el hospital y que se valoraba la medicina moderna más que la tradicional. A la vez desconocía que había el uso de hierbas medicinales fuera de Guatemala. Antonina se alegró mucho en la conferencia de MANA porque pudo reconocer que no estaba sola. A la misma vez sentía tristeza porque se preguntaba qué hacía allí con todas esas comadronas educadas y graduadas. Ella había completado solamente el tercer grado.

Durante la conferencia, otras parteras les preguntaban a ella y a Berta cómo atendían los partos y las visitas prenatales en su país, qué hacían en el posparto, y cuáles eran las hierbas que usaban. Por primera vez, Antonina se sintió apreciada y valorada fuera de su propia comunidad. Reconoció que estaba allí a razón de su trabajo. También reconoció que las comadronas en todas partes hacen el mismo trabajo. Estando en la conferencia se dio cuenta que las parteras en los Estados Unidos y otros países tenían las mismas luchas que las guatemaltecas. Vio claramente que todas luchamos por el derecho de practicar y servir independientemente a las mujeres, y ser respetadas por las autoridades y la comunidad médica.

La participación en la conferencia de MANA abrió muchas puertas para Antonina, que le han permitido ofrecer mayor servicio a la comunidad a la vez que participa en el movimiento internacional. Desde entonces, con Berta han asistido a tres conferencias adicionales en los Estados Unidos y México, y en dos de ellas presentaron talleres sobre las hierbas medicinales. Siguen recibiendo invitaciones para presentar en otras conferencias y tienen por lo menos dos participaciones internacionales más en el calendario del 2004.

Después de una de estas conferencias Antonina y Berta tuvieron la oportunidad de visitar un centro para partos que es propiedad de unas comadronas en Taos, Nuevo México. Esta experiencia sirvió de mucha inspiración para proveer entrenamiento para nuevas comadronas en el centro que soñaban para su pueblo.

Además de los viajes al exterior, Antonina ha recibido muchas visitas internacionales y mucho apoyo internacional para el proyecto del Centro para Partos. Ahora tiene amigas en todas partes de los Estados Unidos y México. Ella y Berta dejan huellas históricas al ser seguramente las primeras comadronas guatemaltecas que han podido representarse directamente a ellas mismas y a sus colegas internacionalmente, independientes de su gobierno. El apoyo internacional que reciben el Centro para Partos y las parteras, provee gran esperanza para el futuro del parto tradicional en Guatemala.

Antonina siente que por medio de la participación en las conferencias y sus conexiones internacionales ha logrado ser parte de una comunidad mucho más allá que la original. Se siente extremadamente contenta por estar sostenida en la gran red mundial de comadronas que se apoyan mutuamente en el trabajo.

About Author: Sarah Proechel

Sarah Proechel es una estudiante de la partería y la medicina de hierbas. Vive en Nueva York en la valle de Hudson con su esposo y dos hijos hermosos, Leo (10) y Eliot (2). Sarah tiene una pasión para la partería indigena y tradicional and encantaría ver muchos puentes construidos de amor y entender entre las parteras del norte industrializado y las culturas tradicionales de Latinoamerica. Su libro, Voces de las Comadronas Mayas: Historias de Parteras del area Mam de Guatemala fue publicado en 2005 y se lo puede conseguir en www.lulu.com/mayamidwives. Pronto lo va a publicar en español también. Se puede contactar Sarah en [email protected].

Sarah Proechel is a doula, herbalist and student of midwifery. She graduated from Goddard College in 2004 with a degree in Health Arts and Sciences and a focus on midwifery and herbal medicine. Sarah lives in upstate New York with her husband Rick and her sons Leo, nine, and Eliot, one.

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