Arriba la Revolución
Editor’s note: This article first appeared in Midwifery Today, Issue 75, Winter 2005.
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Nota de la Editora: Este artículo fue publicado primero en Midwifery Today Issue 75, Autumn 2005.
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Mi corazón salta de alegría cuando hay reunión de parteras, más todavía si somos de distintos lugares con distintas realidades. Nos apoyamos, nos incitamos, nos alentamos unas a otras. Compartimos, crecemos, tomamos confianza, soñamos y llegamos a creer que si otras pudieron hacerlo, nosotras también. Somos las parteras de las parteras. Cuántas veces le hemos dicho a una mujer “lo estás haciendo bien,” “puedes hacerlo,” “piensa en las otras mujeres que han podido,” “piensa en cómo evolucionó la humanidad,” “nada es imposible,” “ten confianza.” Y así vamos construyendo y la revolución se va esparciendo. Cada una de nosotras es una pieza de dominó que al caer, empuja a otra. Y en el mundo entero, la partera renace y muere al mismo tiempo y esto nos enseña y nos recuerda de dónde venimos, a dónde vamos y en dónde podemos acabar. Esto nos hace fuertes para seguir con la lucha.
Argentina es un país muy extenso, climas muy diferentes, poblaciones diferentes, paisajes diferentes, pero una realidad que se repite en todo el territorio: Violencia contra la mujer, su bebé y su familia, intervenciones de rutina, relatos de partos horribles y la desaparición intencional de las parteras por parte del sistema médico hegemónico.
Hace 50 años se hizo masiva la atención de los partos en los hospitales. Y después de intentos fallidos de eliminar a las parteras, finalmente el sistema las engulle como parteras enfermeras o como parteras. La filosofía de la partería en la Argentina es: cómo ser la mejor mano derecha del médico y batir records de velocidad (apurando lo partos). Sí, esto es lo que se nos enseña en las universidades. Además se estableció el sistema de residencias para parteras. Ahí trabajan más de 70 hs. semanales—con un alto índice de desgaste profesional que termina en mas maltrato hacia la mujer.
La partera, conocida como abogada y aliada de la mujer, se convierte en su inquisidor y hasta torturador. Las parteras tecnocráticas (obstétricas)—que se burlan de las parteras tradicionales y de su arte ancestral, que no entienden aquellos remedios fuera de la medicina moderna—como las hierbas, la homeopatía, las visualizaciones, el rebozo, etc.—y los ven como charlatanería, y quienes nunca han atendido un parto domiciliario, y reproducen y reafirman las mentiras dichas por las creencias médicas—están por todos lados, en los hospitales, en el colegio de parteras, en la universidad, en la federación, en las asociaciones y hasta nos representan en el mundo. Finalmente uno podría pensar que “ellos” ganaron. Pero existe otra realidad, subyacente, como un río subterráneo o como el fuego en el centro de la Tierra, o el magma por debajo de las placas tectónicas o como las raíces de la caña de bambú, donde parece que nada sucede y de repente el cambio se hace visible.
Cada vez surgen más parteras, que a pesar de haber sido educadas bajo el discurso intervencionista invasivo—temeroso de la mujer, de su poder, de su cuerpo, de su sabiduría innata, se animan a preguntarse, a criticar, a desconfiar de esas verdades absolutas y finalmente a liberarse y a liberar a las mujeres de las ataduras del sometimiento y la dominación. Muchas encuentran otras para compartir. Otras continúan solas pero creando redes de apoyo (vía e-mail o vía pager).
En todas las provincias más parteras independientes están atendiendo partos domiciliarios, como resultado de la necesidad profesional de escapar de la sumisión y lealtad al médico y debido a una demanda de las mujeres que va en aumento. Es sorprendente el número de mujeres que, a pesar del lavado de cerebro, prefieren vivir sus partos y el nacimiento de sus hijos de manera no traumática. Algunas tienen el privilegio de poder vivenciar su potencial en plenitud y sin censuras recién con el último de sus hijos (el tercero o cuarto), después de un largo camino de ensayo y error—donde su cuerpo, su alma y su autoestima quedaron con cicatrices. Estas mujeres son audaces y corajudas, porque eligen ir en contra de la cultura con su fuerte mandato médico-dependiente. Para muchos son locas y negligentes. Ellas tienen que trabajar duro para reasegurar la confianza en sí mismas, mientras la sociedad, su médico obstetra y hasta su propia familia le dicen “no vas a poder,” “no es peligroso?” “si algo le sucede al bebe es tu culpa,” y anteponen el fantasma de la cesárea y la amenaza de la muerte si eligen estar fuera del todopoderoso refugio del feudo. La propaganda: “atiéndanse con médicos en el hospital,” garantiza un hijo vivo y sano, y la gran mayoría se conforma con esto, sin importar qué rutinas dañinas se realizan sobre el cuerpo, el alma y el espíritu de la mujer y sin importar el impacto social que esto también puede ocasionar. Una médica generalista boliviana me contó que algunos hombres de su país no quieren volver a tocar a sus mujeres después del manoseo (múltiples exámenes vaginales y estar expuesta genitalmente), por parte de los médicos, del que fueron víctimas durante sus partos.
Aún hoy sigue instalada la creencia del siglo XVI, de que las parteras somos brujas. Recientemente un obstétra me dijo que el parto domiciliario de cierta mujer iba a ser un aquelarre (reunión de brujas). Todavía hay parteras que confían en las fuerzas de la naturaleza y saben cómo usarlas. Y sobran los médicos que cuando no tienen explicaciones lógicas recurren al pensamiento mágico para atemorizar y controlar. Para la gran mayoría de los médicos y de las parteras tecnocráticas no sabemos lo que hacemos, nos arriesgamos a atender a las mujeres sin estar ellos presentes porque fuimos malas alumnas. Pero transgredimos sabiendo lo que hacemos. Transgredimos aplicando la nueva partería, mezcla del arte ancestral y la nueva tecnología. Conocemos el sistema y muchas seguimos trabajando en el. Esto nos permite tener acceso a otras tecnologías y recursos, que utilizamos para nuestras mujeres que se atienden fuera del sistema.
Muchas parteras, la gran mayoría jóvenes, se dan el permiso de transgredir y de reaprender. Después de haber sido deformadas, volvemos a las clases dictadas por los maestros más antiguos y sabios. Las aulas son los hogares y los maestros son las mujeres, sus voces, sus cuerpos, sus hijos recién nacidos, sus parejas. Y volvemos a confiar en las fuerzas de la naturaleza y bailamos la danza del nacimiento, libres de tiempos prefijados y de la presión de los cuervos volando cerca. Además aprendemos de otros modelos de partería y confiamos en ellos.
Durante mucho tiempo se nos dijo, y se sigue haciendo (nuestras colegas en el colegio), que las mujeres culturalmente no van a querer atenderse con parteras ni fuera del hospital. Personalmente no creo en el “no,” creo que siempre existe una brecha, una ranura por donde el agua se puede escurrir para traspasar el obstáculo o romper la piedra. Y así fue. Hoy, en Argentina, se abrió la primer comunidad de parteras. Después de compartir tomando mate, llorar y soñar juntas, conseguimos un subsidio de “mamacash”—organismo que respalda proyectos para el bienestar de la mujer. Alquilamos una casa bien grande y acogedora donde nosotras somos las directoras y trabajadoras. Libres de las imposiciones de los médicos, sus tiempos, su comprensión errónea del proceso y de su explotación económica. La casa de las parteras es un lugar donde las mujeres son escuchadas y asistidas en base a sus necesidades individuales. Donde la mujer y su pareja están involucrados en todos los aspectos de la gestación, nacimiento, y son partícipes en la toma de decisiones informadas sobre ellos y su bebé. Allí garantizamos el derecho a la no violencia contra la mujer, el derecho a la informacion, a la salud, a la salud sexual y reproductiva, a la no discriminación entre otros.
En principio, en la casa de las parteras se realiza el seguimiento prenatal y posparto. Con nuestras miradas puestas en los centros de nacimiento ya existentes en cada vez mas países, estamos trabajando en la preparación de habitaciones con todas las comodidades que una mujer puede desear al parir. Entre las actividades para embarazadas y sus parejas, nos reunimos dos veces por mes para ver videos y conscientizarnos respecto a la naturaleza del nacimiento y el embarazo, informar y donde los protagonistas nos cuentan sus historias. Nos retroalimentamos mutuamente. A veces mostramos diapositivas, fotos o videos. Siempre mate y galletitas de por medio.
La casa es también un lugar de reunión de parteras, donde se promueve la independencia de la partera en el seguimiento y atención de embarazos, partos y pospartos normales de bajo riesgo. Proyectamos videos de nacimientos respetados y seguros no intervenidos innecesariamente. Algunas cintas de video son de nuestras propias mujeres, otras de países como Alemania, México y EEUU. Creamos un espacio para repensar nuestras prácticas, nuestro rol y reafirmar nuestra confianza y autoestima tan maltrechas por el poder médico-hegemónico. También organizamos reuniones con parteras de distintas provincias para pensar en estrategias, intercambiar información, hablar de nuestras experiencias y conocernos.
En líneas generales sí creo en el trabajo en conjunto de médicos y parteras cuando hay que atender mujeres de mediano y alto riesgo, pero no creo en la supremacía de uno sobre el otro. Aunque lamentablemente en nuestros días y en mi país no existe un trabajo cooperativo entre la partera y el médico, sino que existe soberbia, burla y menosprecio—será quizás porque se sientan amenazados? Creo en la tecnología, pero no en la rutina y la sobreutilización de ésta. Y también creo en la versión externa, el rebozo, las hierbas, el parto de nalgas, etc., aunque no cualquiera esta preparado para hacerlo. Creo que la mujer es la que elige dónde quiere parir, pero en Argentina como en muchos países de latinoamérica y el caribe, parir en el hospital significa no comer, no beber, estar sola y abandonada, recibir oxitocina y episiotomías para desocupar rápido las camas, grandes posibilidades de tener una cesárea, estar confinada al reposo—y todo esto con sus potenciales consecuencias perjudiciales, y en el mejor de los casos contar con una partera semimaniatada con quien repartir la carga.
Si a ustedes les suena familiar, entonces no estamos solas. Si a ustedes les evoca la memoria, en ustedes nos inspiramos. Si ustedes no se ven identificadas, entonces tengan cuidado de lo que el sistema les puede hacer si se dejan llevar por sus engañosas estrategias—especialmente al acceso de la tecnología y a la sobreutilización de los recursos y a ser aceptadas como parte del personal a cambio de que menosprecien y nieguen su propia naturaleza: la esencia de la partería.